domingo, septiembre 24, 2006

Delerium Tremens (2)

Qué no hubiese dado para lograr que todo deje de girar. Para callar esas terroríficas caras que me gritan desde tan cerca. Para calmar los terribles temblores que tan exhausto me dejan luego.
Las visiones del cataclismo, el dinero, el frío, la cicuta y el sargento rojo de ideal y de escarmiento. Camarada Vassili!!!!. Los disparos surcan el viento a mi alrededor. Miembros arrojados por el suelo, cuerpos humeantes cubiertos de llagas, hediondas ráfagas que traen humo de cuerpos calcinados.
Las vísceras lo cubrían todo. El rojo de las banderas y el de las vidas derramadas, junto al blanco del camino en el ojo reflejado, atormentan la mente y la desquician al extremo. Los tambores de la revolución hipnotizan con su monotonía, desde grandes parlantes montados cerca del frente.
La granada, el destello y el silencio. El metal ardiente se hunde en mi carne con la inclemencia desgarradora del final. Nada debajo de la rodilla. Nada, además de una viscosa papilla de carne y fragmentos de hueso, que solo siguen siendo míos por la gracia de un hilo de tendón.
Tanto dolor. Mucho, y tan real. Tan letal.
Ese dolor era mío, desde aquel momento en que la visión terrible de la verdadera naturaleza humana se filtró a mi mente. Todavía sentía aquel fantasmal dolor, a pesar de haber recobrado la lucidez en la seguridad del pequeño estudio. Necesité comprobar que la pierna todavía estaba en su lugar.
Las alucinaciones eran cada ves mas terribles.
Habían pasado por lo gracioso, por lo surrealista, por lo absurdo, y por lo aterrador.
Últimamente, las peores sucesiones de imágenes habían circulado por mi mente, tan horrendas, perversas, tan malignas.
- por qué me has abandonado, justo cuando había esperanzas.- Ave, Ave Dominus, Dominus Tecum.-
La abstinencia fue peor veneno que el licor. La sobriedad trajo consigo el tremendo delirio, las escaleras infinitas de la desesperación alucinatoria y del violento temblor constante. Y tan malo como eso, el áspero asfalto que cubre a la realidad, cuando se le observa a esta sin los velos de la obnubilación tapando las retinas.
El cuervo sigue ahí, desde aquel día en el que decidió instalarse en el rincón mas sombrío del estudio.
Enfrento también fugases transes de realidad, donde todo es terriblemente claro y predecible.
Todo empeora cuando supernaturales criaturas allanan mi espíritu y mi cuarto, y sugieren las peores crueldades., y cuando ella irrumpe en mi memoria. El pasado ataca sin piedad, clava en mí las agujas de los relojes espectrales que marcan el paso de los eones. Pretéritas felicidades se tornan fatalmente en los tormentos de hoy. Las risas de los viernes son las lágrimas del domingo.
Las aves, siempre terribles, picotean los flecos que quedan de mí y cantan a la ausencia con dolientes alaridos.
Los lobos del deseo gruñen con odio desde las penumbras.
Nada mejoró en realidad. Algunas cosas se hicieron mas terribles incluso. La realidad es muy difícil de entender ahora. Nada volvió a la normalidad. Tal vez pueda volver a ser un buen hombre en el hogar conmemorativo Fletcher para reyes y tiranos incurables.
Decidiré esta noche elegir mis propios clavos, y mi propia cruz.
Gracia plena-
Blandí el martillo en la noche con habilidad, y el fino acero se hundió profundamente en mis palmas, boca arriba y hacia el sol, uniéndolas con la húmeda madera putrefacta.
Diferenciar la alucinación de lo real es tan arduo... tan imposible a veces.
Vivo tardes enteras preguntándome si realmente pasó.
Cada vez todo está mas oscuro.
Probablemente esto no mejore. Probablemente el cuervo siga allí por siempre. Probablemente fue delirium tremens. Probablemente.
Fabio Zerpa tenía razón.
Y ella tuvo sus razones.
Razón es gran motivo, verdad es soledad, los cuervos enemigos, un castigo que me he ganado.