jueves, septiembre 21, 2006

Fletcher Memorial Home (I)



Cunden multiformes el infortunio y el horror en los hechos que me condujeron hasta este momento de mis días.
La desgracia pareciera haberse apoderado de mi destino y de mis pensamientos, merced seguramente a alguna maldición impartida por faustos ángeles o arcángeles presos de la envidia y el celo.
Si la brisa nocturna soplara ahora como en aquella noche supo soplar, seguramente la desgracia nuevamente golpearía a las almas con ventiscas de maldad celestial.
Entre las negras sombras que se proyectan en este pequeño y helado cuarto a las grises horas donde queda en penumbras el continente todo, se divisan los contornos de vigías espectrales, querubines del desamor o serafines del desencuentro, ángeles o arcángeles que invaden mis penumbras con las suyas, para evitar que dicha tan grande como la que supe tener en los días de mi pasado, se repita jamás.
Penetrando en mis ensueños, estos malvados funcionarios del ministerio celeste, me advierten contra siquiera intentar recuperar la dicha pasada, so pena de terribles castigos, peores aun que los que me habían impartido en la anterior ocasión.
Motivo suficiente esta amenaza constituía, como para obedecer los designios impartidos.
El espanto y el rencor se apoderan de mi memoria cuando ésta evoca los momentos pasados de dicha, y el posterior calvario del que fueran víctima mis manos, para luego víctima de estas ser mi amada.
Los recuerdos se debaten entre las doradas épocas del candor de su voz junto a mis oídos, y a los infernales momentos que me trajeron donde hoy me encuentro.
Siento todavía las pesadas cadenas que apresaron mi mente en aquella oportunidad, mas severas aun que los blancos lienzos que hoy restringen mi movimiento.
Puedo recordar como nublaron mi mente aquellos malignos ángeles, y como poseyeron mi espíritu, guiando mis manos hacia atroces acciones cuya ultima víctima fuera quien llenaba de encanto y calidez mi pálida existencia.
Recuerdo aquella habitación, donde noche tras noche el lecho compartía con el mas maravilloso de los seres que este universo jamas haya visto.
En aquella habitación fue también donde tuvo lugar el comienzo de la aberrante y brutal venganza de los ángeles.
Recuerdo el terciopelo, la seda, los cálidos acolchados, mi bata suave, y el olor de sus cabellos.
Recuerdo el temblor, el sudor, la ceguera de mi mente, el odio, recuerdo como se introducían uno por uno los faustos ángeles devenidos en demonios, víctimas del envidio de mi dicha, junto a un ser mas angelical que ellos mismos.
Recuerdo sus palabras, incidiendo en mi alma, palabras que infunden odio y terror.
Salí entonces corriendo del lecho, comprendiendo lo que sucedía.
Corrí hasta salir a la calle, y allí corrí también, por largos minutos, hasta que mi vista se cruzo con aquel desdichado personaje que sería la primera de mis víctimas.
Los susurros de los Angeles y Arcángeles me guiaban hacia el brutal crimen.
Me acerqué al desconocido lentamente, con pasos felinos, acechando con cautela. Sabia perfectamente lo que debía hacer una vez encima de mi víctima.
Yo siempre me mantuve como un ser pacífico, y jamas entablé siquiera una pelea. No obstante, un sanguinario conocimiento acerca de la muerte y de la fragilidad de la vida se insertó en mi cerebro, para jamás salir de allí.
Estaba a pocos pasos de la víctima. Sentía una irrefrenable necesidad de callar las voces angelicales que me manejaban cual titiritero que hala de los hilos.
Sabía que callarían si les entregaba esa vida.
Tomé a aquel desdichado por el cuello y lo golpeé salvajemente con una fuerza que yo no poseía.
El desfigurado rostro no era reconocible al cabo de escasos minutos de la brutal golpiza, pero el tipo todavía respiraba.
Tomé entonces una pesada roca que se hallaba convenientemente cerca de mi, y la arrojé hacia la cabeza de mi primer asesinado.
El cráneo se destrozó con un terrible sonido que aun hoy escucho.
Luego de este terrible hecho, una paz increíble me invadió el alma, pudiendo entonces regresar a mi casa, bañarme y dormir tranquilamente junto a mi amada, que había permanecido ajena a todo lo sucedido.
Recuerdo haber creído que se habían ido para siempre estos demonios. Sin embargo, a la noche siguiente otra vez se presentaron, para exigirme la vida de alguien mas. Cumplí pues con los designios, cada vez mas perversos, de estas autoridades del cielo noche tras noche.
Cada vez un nivel de espanto mayor estaba presente en los crímenes.
Luego de un tiempo, ya no se conformaban con simplemente la muerte de las víctimas, sino que me exigían mutilarlas de maneras cada vez mas grotescas, y el nivel de peligro al que me debía exponer para cumplir con sus órdenes, era cada vez mayor, llegando hasta limites casi estúpidos.
Los objetivos cada vez eran mas difíciles de alcanzar.
En los periódicos mis hazañas figuraban día a día como los crímenes mas sangrientos de Inglaterra en los últimos dos siglos.
Los Angeles cada ves me exigían pruebas mas difíciles y mas sangrientas.
Así pasaban los días y las autoridades no tenían ni idea de que este ilustre ciudadano tenia las manos manchadas con la sangre de las víctimas que les estaban quitando el sueño a todos los investigadores y detectives de Londres.
Había periodos en los que estos demonios angelicales no se presentaban durante días, y de repente, una noche se presentaban y me exigían la sangre de cinco víctimas en una sola velada.
Al cabo de cierto tiempo, mi salud se había deteriorado ostensiblemente, merced a las noches seguidas sin dormir que pasaba acechando a los pobres incautos.
Estaba yo todo el día terriblemente cansado, y dejé de atender los asuntos familiares y matrimoniales por completo.
Esto daba lugar a frecuentes discusiones, donde ella con toda justicia me reprochaba el notorio desinterés que yo le demostraba.
Una noche, la noche fatal, luego de una de estas discusiones me metí en la tina para poder relajarme.
El vapor dibujaba errantes contornos en el aire pesado y húmedo del baño.
Las gotas de condensación caían indiferentes por los azulejos, trazando a veces caminos sinuosos y complejos, y otras, líneas rectas de precisión y firmeza casi quirúrgicas.
El sonido de las gotas que caían desde la punta de la canilla hacia la bañadera llena, producían un extraño sonido, agudo y fino, con la capacidad de quebrar cualquier tranquilidad.
Caían a intervalos desesperantemente regulares, como si fuesen un metrónomo maldito.
Todos mis sentidos se apagaron, excepto mi audición, y toda mi consciencia se enfocó terriblemente en el sonido de las gotas.
Estos pequeños golpecitos fueron provocando en mi mente un estado especial, donde lo único externo a mi que existía, era ese sonido. No las gotas o el agua, sólo el sonido.
Unas imágenes extrañas se dibujaban en mi mente.
El vapor seguía dibujando sus contornos, cada vez menos errantes.
En mi mente, veía agua, una fosa oscura llena de agua.
Un tremendo ángel parado sobre el liquido, mirándose en el reflejo que le devolvía el pequeño estanque. Sus lagrimas caían destruyendo su imagen.
Empecé entonces a temblar. El ángel me miraba ahora, con odio terrible en sus profundos ojos totalmente opacos. Los temblores eran cada vez mas violentos.
Una neurótica risa se escapo de mi, quebrando por fin la quietud hipnótica del agua. Seguía yo sin embargo totalmente obnubilado, observando al vanidoso ángel, el mismo que me había empujado a cometer tantos desmanes y aberraciones.
El Angel comenzó también a reír locamente. No podría yo decir que era lo que me pasaba en ese momento, pero una influencia terrible controló todo el ser mío, y comencé a mutilarme el rostro, arañándome con fuerza, presa de las terribles órdenes del ángel.
Mis gritos dementes levantaron gran revuelo en todo el barrio.
El ángel me miró dejando de reír, y me ordenó con gesto maligno:
- La quiero a ella-
Entonces entendí que no había escapatoria. Que la única manera de librarse para siempre de la envidia y de la vanidad del ángel, seria eliminando lo único en el mundo mas bello que él.
Grité mas y comencé a golpearme la cabeza contra la pared del baño.
Ella entro rápido para ver que sucedía, cuando automáticamente salté hacia ella.
Mis manos rodearon su garganta, y apretaron fuertemente. El ángel, parado detrás de mi, reía psicópata.
Yo estaba desnudo y completamente cubierto de sangre, y me entregué enteramente a ese festín salvaje y depravado. En ese momento realmente disfruté lo que estaba haciendo.
Una dulce y delicada sensualidad morbosa se metió en mi cráneo.
Una sensación de brutalidad completa corría por mis venas. Percibía una metamorfosis. Me había convertido en una terrible bestia. Mordía y desgarraba la carne y ella aun gritaba de desesperación. Tome un cuchillo y le puse fin rápidamente, luego de desfigurar completamente su hermoso rostro. No habría ya competencia para la belleza del ángel. Cuando el último aliento escapó del alma de mi amada, todo repentinamente se calmó, y me encontré
en silencio, frente al escritorio de mi estudio, con sabor a alcohol en mi boca.
Tenía la sensación de haberme despertado de un largo sueño.
Recordaba esas funestas imágenes con terror y amargura, pero feliz de que ese horrible sueño haya terminado.
Cuando salí del estudio, bajé las frías escaleras, llamándola con alegría.
Al llegar frente a la puerta del baño, un inexplicable impulso me hizo abrirla.
Allí estaba ella, desfigurada en la bañera. No se le reconocía, pero yo sabía que era ella.
La imagen era idéntica a la imagen final de mi sueño.
El espejo me reveló desnudo y cubierto completamente de sangre. Entonces entraron ellos, mientras yo intentaba terminar de comprender la terrible verdad.
Me detuvieron inmediatamente y me trasladaron a la cárcel de la comisaría, a la espera de un juicio.
Mas tarde, se me declaró como inimputable, y aquí estoy hoy, en este extraño lugar, presa de estas extrañas ataduras.
En la habitación que esta junto a la mía, habita un demente que asegura ser el demonio.
Sin embargo, ni siquiera en este extraño lugar me he librado del tormento de aquellos torturantes ángeles.
Cada noche me recuerdan estos desdichados eventos y se presentan infiltrándose en las sombras, manteniéndome bien vigilado, para asegurarse de que jamas recupere yo la felicidad del pasado.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Esta bueno, me recuerda una de esas demostraciones de teoremas en donde todo, preguntas, respuestas, soluciones y figuras de referencia,... todo, está en su justo lugar, ya que de cambiar no sería teorema.

23/9/06 14:05  

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