miércoles, septiembre 06, 2006

Los condenados

"Y en este torbellino donde nada importa, me sentì aliado y te perdi, pero si vi tus ojos y hasa comì arena..."
Charly-Filosofia barata...
Las torres se derrumban fatalmente dentro de los gélidos dominios de mi alma.Los truenos quiebran la fúnebre paz de mi estudio y los demonios espían desde la ventana, o tras ella. Las ideas, simples, repetitivas, catatónicas, se disuelven como el azúcar, ausente, de mi taza de té ponzoñoso. Desde afuera, desde aquella torrencial lluvia de espejos celestiales que son las gotas del tormento, como vigía en la tormenta, aguarda ella, parca, callada, con su infinita túnica del color de la muerte. Los demonios sólo miran, quietos por la presencia de la autoridad máxima del final humano. Veo reflejados en mi té de ponzoña, sus ojos. Los mejores del mundo, y veo momentos pasados, y la veo a ella. Sigo retrasando la decisión, a la sola espera de una señal que me salve a último minuto.Levanto mis ojos húmedos y busco el cielo, mas éste se me niega, merced a la tiranía de mi techo.Lo miro igual, implorante, y desde lo profundo de mi espíritu una ráfaga de aire exhala el grito desesperado: Ubi Sunt!!!!!!!!!!!!!!Donde están, donde fueron, donde quedaron. Irreparablemente perdidos en las tinieblas del olvido quedaron sus ojos, celestiales y del color del cielo. Su recuerdo es una sombra de sombra, un espejo invisible, una llama de amor loco que quema por fría. Cual habrá sido el bastardo poeta, o ángel o demonio, que escribió en mi andar versos del destino escritos con torpeza, o acaso, con crueldad. La felicidad siempre ausente, y ella, siempre ajena. La mascarada de la felicidad, del futuro. Nada de eso fue real. Nada de eso existió. Me atormenta esta ausencia que nunca estuvo presente.Miro la taza, buscando mas recuerdos, o una razón para no beber. Sin embargo, la taza, ayuna de toda evocación, se limita ahora a esperar lo que ya sé que es inevitable. El borde llega suavemente a mis labios. El liquido tímidamente roza la punta de mi lengua y su sabor apestoso llena de espanto a mi alma acongojada de pena. Un estruendo que no fue trueno demuele el silencio como un martillo infernal. La taza cae, como cae noche tras noche en la soledad de mis cavilaciones, totalmente llena todavía de aquel té que no terminaré. Todo mi ser se desploma y se desparrama hasta quedar tendido en el suelo. Detrás de mí, el arma todavía humeante es sostenida por un oscuro personaje, por el mismo de siempre, aquel de dorados cabellos y mirada eléctrica, y de belleza infernal. Ella, la misma que me tortura cada noche, y me asesina desde dentro de mi mismo.Me levanto y me observo, tendido en el piso, y mi sangre discurre entre las baldosas hasta empapar mis pies desnudos. Tan desdichada fortuna la mía, que ni el suicidio me fue permitido. La eterna guardiana de la muerte, con su manto negro y su terrible guadaña, hace una seña, y los demonios se abalanzan sobre mí, para arrastrarme hacia las profundidades del hades, y torturar mi alma con el fuego que mas me duele, el del recuerdo, el fuego que exhalaban sus ojos azules, y el fuego del eterno abandono. Me atormentarán sin dejarme olvidar. Donde la esperanza de que lo imposible suceda, de que sus ojos me miren con el divino candor que yo deseo, se convierte en el castigo mas temido. La esperanza siempre fue una desdicha, pero ahora será mucho mas severa. Los que no saben olvidar, también van al infierno, al peor infierno, uno donde no hace falta morir, para ser condenado a él.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Tremendo disparo el de este microcuento contrastando su rosado o purpúreo texto (ya no se sabe si describe amor o muerte) sobre el negro fondo que siempre se subleva inquieto. Muy bueno.

10/9/06 18:33  

Publicar un comentario

<< Home