domingo, julio 30, 2006

Sonrisa Sardónica

“La zona se inflama y entumece. El recuerdo ataca despiadado. Los mas fieles nos traicionan fatalmente y las rosas nos condenan a muerte. La furia te atraviesa el alma y el miedo es insoportable. Los demonios no permiten que el aire nos de hálito de vida. Los preciosos manantiales estarán a nuestro alcance, pero no podremos beber de ellos. Temblaremos de odio y reiremos de tristeza. Ni rabia ni tétanos. La furia de Dios .”
Padre Valerian

El entumecimiento en el cuello había progresado increíblemente. El dolor de cabeza era insoportable y todo esto, sumado a la profunda depresión parecía componer la mortal sinfonía de un claro caso de tétanos bastante avanzado. Siempre postrado en la cama, aquel parco personaje sonreía sarcásticamente desde hacia ya varias horas. Los hermosos rosales a los que había él dedicado tanto tiempo y cariño, habían resultado terribles y mortales, tendiéndole una macabra trampa unas semanas atrás. Nada podía hacer el medico. Ya sabia bien como terminaba esto. Los dolorosos espasmos tetanicos y las convulsiones raquídeas comenzarían en pocas horas.
Sin embargo, el padre Valerian tenia otra teoría. El caso era claro también para el, pero no era tétanos, sino que los demonios eran los responsables de este extraño mal. Y el hecho de que la salud y la cordura de su esposa se hayan deteriorado al mismo tiempo que la salud de James era un claro indicio de malos espíritus.
Ya casi ni podía ni abrir la boca. Respirar es cada vez mas trabajoso.
Ella entra a la lúgubre habitación con la mano todavía herida, algo inflamada y entumecida. Aquel fiel amigo parecía haber asestado una certera dentellada con sus felinas fauces en un confuso episodio hacia tres o cuatro semanas. Ese era el menor de los problemas para ella. Su querido James iba a morir. Y de una horrible forma.
La crueldad que se escondía detrás de los hermosos pétalos rojos cobraría su precio.
Sin embargo, ese extraño mal tomó posesión de su hermosa figura casi desde el mismo momento en el que James cayo enfermo. Parecía que Dios no aprobaría su amor esta vez. Su carácter era cada vez mas violento y se sumía en fugases transes de profundisima depresión.
Su precario andar le permitía apenas trasladarse a la habitación donde su amado y el párroco rezaban. Mejor dicho, donde el párroco rezaba y el pobre hombre gemía. Clara sufría violentos ataques de pánico y de severa dificultad para comer. Hacía algunas horas que se presentaron estos graves síntomas. Y recientemente se había incrementado demasiado la dificultad para respirar. El vaso de agua, que reposaba sobre la mesita de noche de james, captó su atención de inmediato. Sintió ella un gran impulso por beber, y casi al mismo tiempo, una violentísima convulsión resonó por su columna y el caudal de vomito fétido fluyo por su garganta. Sentía como los malos espíritus intentaban estrangularla. James empezó a convulsionar violentamente, y siguió así como por cinco minutos. Luego se calmó y la sardónica y rígida expresión se apodero de su rostro de nuevo. Entonces el padre Valerian decidió que era la hora de actuar. Ella, estaba blanca como un fantasma y parecía totalmente insana desde hacia días. Empezó con extraños movimientos y reacciones violentas hacia todo.
Y ahora no podía ni escuchar que mencionaran la palabra agua.
El padre salió de la casa a toda prisa y fue hasta la parroquia. Allí tomo su rosario roto, una botella de agua bendita y un manual romano para rituales de exorcismo. Antes de salir rezo una plegaria para que Dios guiara sus acciones:
-San Miguel Arcángel, defiéndenos en la hora de la batalla, que seas nuestro resguardo en contra de la maldad y de las trampas del Demonio, que pueda Dios restringirle, nosotros humildemente te rogamos y que puedas tù, Oh Príncipe de la Multitud Celestial, por el poder de Dios, arrojar al infierno a Satanás y a todos los malos espíritus que rondan por el mundo, buscando la ruina de almas. Amen.-
De nuevo en la casa, Valerian los encontró a los dos acostados. James en su lecho y Clara en el suelo, a su lado.
Pronunció un verbo en latín antiguo y la salpicó a ella con el agua bendecida. Lo siguiente fue un desastre. Las contorsiones y espasmos de la pobre mujer eran una cruel tortura. Ella lanzaba improperios e intentaba incorporarse.
- Te ordeno que salgas y dejes a esta débil alma en las manos de Dios todopoderoso-
Ella logró incorporarse y atacó a cura con una violencia increíble. Él le lanzó mas agua y las convulsiones se repitieron, pero con mas violencia. La botella cayó pero no se rompió.
Ella siguió atacando al Padre Valerian sin piedad y él seguía rezando. El ataque fue tan furioso, que el padre Valerian había quedado inconsciente, todo ensangrentado, y Clara había perdido dos dientes, que habían quedado clavados en el cuerpo del Cura.
Pasado el violento episodio, ella miro el rostro de su querido, y la ira se apodero de su alma.
Como era capaz de reírse de esa patética manera de su sufrimiento?
Ella grito y él empezó a convulsionar de nuevo. El corazón de ambos recibía cada vez con mas dificultad las eléctricas pulsiones que le indicaban qué hacer. Sus diafragmas casi ni se movían y el fin esta por ser escrito en un par de líneas.
Las convulsiones de James cesaron y ella seguía vociferando. Se abalanzo sobre él y comenzó a rasguñarlo, golpearlo y morderlo con odio. El pidió agua y murió.
Ella comprendió que no había respirado desde hacia demasiado tiempo.
Un mortal espasmo espinal la sacudió sin piedad mientras observaba el maldito vaso de agua.
La botella de agua bendita reposaba en el suelo, todavía medio llena.
Si tan solo pudiese alcanzarla, y frenar el impulso vomitivo y doloroso que le producía.
Ella se arrastró y logro poner una mano sobre la botella. Su garganta temblaba y se cerraba, pero ella intentaba evitarlo. La tomó y logró levantarla. La acercó a su boca. Todos los músculos del aparato digestivo y respiratorio estaban temblando. Su columna se empezaba a arquear. Ya sabia lo que pasaría, entonces volcó el líquido sobre su garganta y ésta se cerró definitivamente. La botella cayó, rompiéndose esta vez.
El rostro de james sonreía y sus músculos ya presentaban un severo rigor mortis.
Ella cayo y ya jamas volvió a sonreír.
Todos los rosales son iguales.
Todos lastiman los dedos.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

De lo mejor que has escrito hasta ahora, muy bueno

31/7/06 21:10  

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