martes, julio 11, 2006

Annabella (mis fantasmas)

"Quien entre aquí abandone toda esperanza"
Dante
"Dicebant mihi sodales, si sepulchrum amicae visitarem,curas meas aliquantulum fore levatas."

EBN ZAIAT

Sean malditos aquellos momentos donde mi alma invaden lóbregos sentimientos. Malditos los demonios de la noche que ponen en mi mente imágenes de ella junto a él. Malditos los lugares que me la recuerdan, que son todos. Las funestas voces del infierno entonan un helado canto junto a mi oído cuando la cercana estrella muere debajo del continente, y el pesado satélite sube para mirarme sufriente.
En las fatales noches, que son todas, visitan mi alcoba oscuros seres, y infunden en mi alma la tristeza de mil muertes.
Mi fúnebre lecho es donde me acuesto cada noche, cuando me rodean aquellos espíritus del desamor y la tristeza, para sugerirme aterradores pensamientos, de los cuales el peor, es su recuerdo.
Pido siempre a Dios santo descanso, con la esperanza de que muerto mi cuerpo también morirá su recuerdo.
Intento siempre en vano ahuyentar a estos demonios con la pestilencia del licor. Parece esto pues alimentarlos y mas poderosos se hacen los tormentos detrás de la cortina de condenable etanol.
Las lluvias frías y los inviernos helados, así como los pesados veranos, tanto como el indeciso otoño, para no hablar de la despreciable primavera, traen a la mente mía ya tan desdichada y tormentosa, la viva imagen de quien menciono cada noche antes de morir en el infierno del esquivo sueño.
Cuando contemplo insomne a través del fino vidrio el cielo, sin importar la época del anual periodo en el que medimos nuestra vida, siempre se me antoja éste gris y plomizo, siempre a punto de descargar heladas lagrimas sobre los heridos corazones que esperan abajo.
Cada momento que intento dejar de pensar en mi desdichado amor, con mas fuerza martilla Thor sobre las llagas de mi alma.
Maldito sea el momento en el que su perfecta imagen invadió mi retina y su angelical aura conmociono mi espíritu, haciéndome dudar de mi ateísmo.
No pude pues comprobar la existencia de dios, pero se que existe el Demonio.
Así como tal belleza solo en el cielo puede ser diseñada, el tormento que esta belleza puede causar, solo en el infierno creada ser podría.
La noche me aterra y el día me lastima los ojos.
El terror me invade ya cuando cae la tarde, pues se lo que viene cuando los velos negros del infinito se desparraman en mi cuarto, destruyendo las formas y los contornos de mis muebles, y dándoles nuevos y aterradores aspectos, producto de la unión de sus contornos convertidos en bruma por la mágica penumbra., al tiempo que los infernales velos distorsionan mi pensamiento y desde detrás de ellos salen los demonios aterradores del recuerdo. El aterrador y patético corso de demonios circunda mi lecho del tormento. Tienen todos caras espantosas. El demonio del recuerdo es el peor. Los magros resplandores lunares que se infiltran en mi oscuro cuarto, lejos de servir de alivio contra las tinieblas, le dan fúnebre aspecto a todo lo que tocan.
Empieza mi mente entonces a tramar fantasías aterradoras y complicados sufrimientos, seguramente por aquellos demonios inspirados. Se pone mi cuarto inquieto e inquietante. Todo el aire se pone intranquilo y ninguna imagen se queda quieta. La brisa helada canta con un soplo a mi oído el nombre de aquella que, ángel o demonio, desordena mi mente y quema mi corazón en el hielo del hastío. Susurran en mi oído aquel fatal nombre que estremece todo el ser mío: Annabella...
Flaco consuelo es a esas plutonicas horas el saber que con la aurora se marcharan al esta despuntar.
Viejos, impíos y faustos demonios negros que me invaden y me arrastran a lo mas profundo de los dominios infernales. Demonios vagabundos de la noche cuyo deber viene a ser el de estrujar mi corazón y morder con saña los flecos que quedan de mi alma en los arcanos territorios de la noche, donde cuervos y vampiros vuelan impunes, y los demonios total libertad tienen para infiltrarse por mi persiana, y las penumbras libre vía para robarles la identidad a mis muebles y acaso a mi mismo.
Los severos demonios se aproximan con cautela al principio y luego se abalanzan sobre mi con la violencia de mil guerras.
Esos demonios reyes del espanto con la capacidad de trastocar sin limites la realidad, se suceden noche tras noche, para para atormentar sin piedad las horas que deberian ser de mi descanso propicias.
La bruma del alcohol y la desdicha de su recuerdo obran desafortunados festines junto con mis fantasmas, en una espantosa orgia de magias negras. Furtivos y tremendos seres de los dominios nocturnos que imprimen abominable movimiento a la quietud del sufrimiento.
La muerte vendra con el alba. La de mis fantasmas y la mia.

1 Comments:

Blogger Morton said...

Excelente producción.

22/8/06 01:14  

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