domingo, agosto 17, 2008

Recuerdos

La película comienza y todos guardan silencio, todos se acomodan en sus asientos y las luces del cine bajan lentamente. Yo, inusualmente incomodo en mi butaca, intento prestar atención a las imágenes que se van sucediendo pero me cuesta bastante. Una procesión de recuerdos funestos pasan por mi mente mientras corren los carretes de película. Las imágenes se empiezan entonces a yuxtaponer y ya la película no es la película. Lo que veo en la pantalla son mis propios recuerdos. Un niño feliz, un joven conflictuado quien sabe por que demonios, una familia que se disolvió entre los encrespados mares de la vida… Todo eso proyecto sobre el lienzo y veo mi vida en degrade, lentamente, casi por etapas, casi congelados los momentos felices para siempre en un pasado que es nebuloso y traicionero. Me veo a mi mismo, pero no soy yo. No, definitivamente no soy yo aquel niño alegre y lleno de vida. Los años, con sus amarguras me han ido envileciendo. La casa de mis abuelos, tan llena de años y de sensaciones, sus paredes, llenas de ancianos secretos, sus ocupantes que hoy son fantasmas del recuerdo, aquellos árboles de pino y los frutales de los que comíamos en primavera. ¿Por qué aparecen sobre el lienzo del cine estas imágenes? Que vil demonio ha traído mis recuerdos con una potencia tal? Veo como la vida es un carrete de película que se consume vorazmente entre las garras de los años, y en su fuego eterno devora para siempre las dichas del pasado. Hoy ya todo ha desaparecido, la casa con los pinos, mis abuelos, las paredes llenas de humedad y secretos ancianos. Tan cerca y tan lejos están aquellos años dorados. La película me muestra con una crudeza extrema mis mejores momentos y la congoja y el hastío se apoderan de mi alma con cada fotograma que avanza en la pantalla. La película hace horas que terminó, el cine esta desierto y yo sigo viendo aquellos años proyectados por un proyector espectral, casi del mas allá. Me encuentro atrapado entre mis recuerdos y no puedo salir. Ahora, la sala se hizo laberinto, el laberinto de mi historia y entre las paredes se ven fotogramas congelados cada uno mostrando un momento distinto de mi añorado pasado. Yo atesoro esos recuerdos y me pesan también, me persigue la remembranza de quienes ya no están, del niño que ha cambiado y ahora es un pobre diablo. Un pobre diablo atrapado en el laberinto de sus recuerdos. Atrapado para siempre, condenado a jamás encontrar la salida de aquel perverso lugar. La vida es historia y es olvido.

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